miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando aprendí a sufrirte, dejé de hacerlo. Y yo no sé si fue gracias a sus ojos y a sus besos, o al pozole y la ensalada navideña que acompañan, lo que antes pude llamar, mi tristeza.
También es culpa tuya este retraso, pedazo de alcornoque, que apenas se te ocurrió dejarme justo en Navidad, y no un día después como solías hacerlo.

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