jueves, 27 de diciembre de 2012

Comprometido

Comprometido.
A mis treinta y tantos, ya era hora, no es que a mí me urgiera casarme, no con ella, pero a ella sí.
La amo, en definitiva lo hago, no con locura ni en desmedida, por eso es que me caso con ella, porque no me vuelve loco, y para sobrevivir es necesario guardar la cordura, que para enloquecer tengo ya suficiente con el tráfico de las dos, con mi vecina y su música de las seis, con la fila del banco que hago a las once.
En este mundo uno necesita de un amor racional, inteligente. Es lo más sensato, en definitiva lo es: recuerdo bien cuando me enamoré de tal manera que sonreía como estúpido a cualquier minuto, en cualquier lugar, en el tráfico, en la fila del banco, en mi cama escuchando la porquería de música que gusta a mi vecina poner en la madrugada; digo en la madrugada porque cuando estaba estúpidamente enamorado de Claudia para mí las seis de la mañana eran una hora descomunal para levantarse, ahora, con ella, con Ana, dormimos bien de noche y vivimos en el día, como la gente común lo hace.
Con Claudia las noches no servían para dormir, Claudia era tan pasional que cuando no me hacía el amor me tenía despierto de cualquier manera imaginada... sus pies fríos en los míos, fiestas, besos, películas, risas, música, dramas, pláticas, su olor, celos, cosquillas, llanto, nada, todo.
Ella, Ana, es... bonita, sí, no posee una belleza espectacular, ni siquiera particular (la de Claudia sí lo era), pero no es lo que yo o casi cualquiera pudiera decir, fea. No es ni flaca, ni gorda, es una mujer promedio, de complexión promedio y estatura promedio: no es alta, no es chaparrita, es morena.
Eso es lo que la convierte en una esposa ideal, ser tan promedio, sabe cocinar, será un buen ejemplo de madre porque es una mujer recta y trabajadora, es organizada y prudente.
Si ella, Ana, se muere, yo no me muero ¿detectan la importancia de este asunto cuando uno piensa en formar una familia? Es una pieza fundamental en el rompecabezas: con Claudia nuestros hijos podrían ser huérfanos, porque con Claudia, de amor me moría yo.
Si Claudia faltaba a mí me faltaba el aire y las ganas, de hecho, aún me faltan un poco, pero aprendí a vivir con ello y sin Claudia... absurdo, imprudente e impensable morir de amor si uno piensa en el bien de la familia entera.
¿Para qué vivir desbordando amor y alegría si en cualquier momento se puede dejar de hacerlo?
Enfocarme es lo importante: con ella, con Ana, puedo tener una familia envidiable, con hijos, casa, perro en el jardín; puedo enfocarme en lograr mis metas económicas mientras ella cuida del hogar y hace lo que tan bien sabe, ser una mujercita, como mi madre que tanto admiro.
Mis padres estarán orgullosos, para ellos Claudia era una casquivana, rebelde cualquiera, además que sé bien, y todos lo sabemos, que ellos no se aman pero se mantienen juntos por el bien común, de la familia y de la sociedad (una sociedad sana está constituida por familias, las familias están constituidas por padre, madre e hijos).
Charles, el hijo de Claudia, era otra razón para enloquecer y no pienso hablar de él porque no puedo, me asfixio sólo al tratar, ¿qué más da, si ellos no eran una familia? No una a la que yo pueda pertenecer.
Claudia con sus manos flacas, sus ojos grandes, sus piernas largas y, según ella, regordetas, sus complejos y complejidades, sus ganas de reír de todo y sus carcajadas estruendosas, la amé, de verdad que lo hago.
Ana ríe siempre discretamente, cual dama, y no la amo, Ana sabe que no la amo pero no le importa, quizá porque ella lo hace y cree que con su amor ajusta para los dos, quizá porque tontamente cree en el amor inteligente.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando aprendí a sufrirte, dejé de hacerlo. Y yo no sé si fue gracias a sus ojos y a sus besos, o al pozole y la ensalada navideña que acompañan, lo que antes pude llamar, mi tristeza.
También es culpa tuya este retraso, pedazo de alcornoque, que apenas se te ocurrió dejarme justo en Navidad, y no un día después como solías hacerlo.

Amarte a medias

Lo lamento, pero yo ya no estoy para reescribir pasados, a medias tintas y en papel usado.
[Que te ame en días festivos, me pides]
Lo lamento de verdad, porque yo quería escribir presentes que se convirtieran en futuros, para usar los días festivos en amarnos, y los ordinarios, y los pares y los impares, y todos los días de todos los meses a todas las horas. De todos los años.
[Que te ame por ratitos]
Es una pena que quieras que te ame así, tan a medias y por minutos, porque yo ni siquiera necesito de fechas para hacerlo, y menos para amarte a cuenta gotas y por tiempo limitado.
[Que te ame a medias]
Yo ya no quiero vivir instantes que se pausan, ni acumular recuerdos que se olvidan, ni tenerte sin tenerte... ni besarte siquiera.
[A medias...]
Yo ya no puedo vivirte a medias tintas, con medios besos bajo la media luna. Tú y yo, mi amor, no estamos hechos para medianidades, tú y yo, bien lo sabes mi vida, odiamos las mediocridades.
[... y yo te digo Adiós]
Por eso te pido que no me pidas que te ame mal y a medias, porque, lo lamento, yo sólo puedo amarte enteramente y bajo la luna llena.

lunes, 24 de diciembre de 2012

"Y te amaré por todos y cada uno de tus defectos", me dijo antes de irse, sin decir adiós.